HISTORIA DE UN TELESCOPIO
Veo las llamas,
poderosas guerreras, alzarse como titanes arrasando, consumiendo a su paso los
descuidados objetos y esperando a que llegue mi momento empiezo a pensar en
todo lo que había visto a lo largo de mi, ahora olvidada, vida.
Recuerdo
vagamente el momento en el que me sacaron de aquella caja oscura y lo primero
que vi fueron las caras enrojecidas de dos niños, en sus ojos brillaban luceros
de la emoción y su sonrisa era inocente y sincera, gritaban asombrados «¡Un
telescopio!». Me instalaron mirando hacia la calle a través de una ventana
cuidadosamente decorada con cortinas doradas. En aquellos tiempos la gente
paseaba feliz por aquella calle y por las noches miraba las estrellas que me
acompañaron siempre, aquellas guías en la noche, fieles siempre, que nunca me
abandonaron.
El tiempo pasó y
con ello aquellos chiquillos se convirtieron en hombres y se olvidaron de mí,
de esa puerta al exterior que les revelaba los más profundos secretos, la gente
dejó de pasear por la calle y los árboles empezaron a envejecer sin nadie que
los cuidara. Un día, todo cambió de nuevo, recuerdo los ligeros temblores y el
ensordecedor ruido, los gritos inundaban toda la ciudad, hombres vestidos con
uniformes militares patrullaban por las calles, empezó la guerra y con ello una
época oscura se alzó contra la humanidad. Se escuchaba como a medida que
pasaban los días, el ejército destruía todo a su paso y se llevaba consigo la
felicidad que antes reinaba, la ciudad estaba desolada, abandonada, reinaba el
silencio entre toda aquella ruina que permanecería durante muchos años de
soledad y tristeza que pesaban y hacían sus estragos en mi, ya deteriorado,
cuerpo.
Me acuerdo del
día, ese hermoso día en el que la esperanza volvió a mí, habrían pasado unos 20
años y por fin la ciudad volvía a tener vida, pero solo había lugar en ella
para el futuro, el pasado tenía que ser borrado y con ello, mi existencia,
igualmente, desaparecería. Un grupo de hombres me llevó y amontonó junto con
otros objetos casi destruidos y ese fue el fin.
Aquí estoy,
entre ese grupo de almas desechadas que esperan su final, todos viendo
hipnotizados la danza de las llamas sobre los demás, acercándose sigilosamente
para finalmente consumirnos y convertirnos en lo que alguna vez fuimos, polvo,
sin sentimientos, sin experiencias, que el viento arrastrará consigo por todo
el mundo.
Quizás algún día
vuelva a ser, al menos, la sombra de lo que fui y solo espero que cuando me
convierta en polvo descanse por fin mi triste y abandonada alma.
Cristina Palma, 3º ESO.
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