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Cristina Palma, Historia de un telescopio



HISTORIA DE UN TELESCOPIO

     Veo las llamas, poderosas guerreras, alzarse como titanes arrasando, consumiendo a su paso los descuidados objetos y esperando a que llegue mi momento empiezo a pensar en todo lo que había visto a lo largo de mi, ahora olvidada, vida.

     Recuerdo vagamente el momento en el que me sacaron de aquella caja oscura y lo primero que vi fueron las caras enrojecidas de dos niños, en sus ojos brillaban luceros de la emoción y su sonrisa era inocente y sincera, gritaban asombrados «¡Un telescopio!». Me instalaron mirando hacia la calle a través de una ventana cuidadosamente decorada con cortinas doradas. En aquellos tiempos la gente paseaba feliz por aquella calle y por las noches miraba las estrellas que me acompañaron siempre, aquellas guías en la noche, fieles siempre, que nunca me abandonaron.


     El tiempo pasó y con ello aquellos chiquillos se convirtieron en hombres y se olvidaron de mí, de esa puerta al exterior que les revelaba los más profundos secretos, la gente dejó de pasear por la calle y los árboles empezaron a envejecer sin nadie que los cuidara. Un día, todo cambió de nuevo, recuerdo los ligeros temblores y el ensordecedor ruido, los gritos inundaban toda la ciudad, hombres vestidos con uniformes militares patrullaban por las calles, empezó la guerra y con ello una época oscura se alzó contra la humanidad. Se escuchaba como a medida que pasaban los días, el ejército destruía todo a su paso y se llevaba consigo la felicidad que antes reinaba, la ciudad estaba desolada, abandonada, reinaba el silencio entre toda aquella ruina que permanecería durante muchos años de soledad y tristeza que pesaban y hacían sus estragos en mi, ya deteriorado, cuerpo.

     Me acuerdo del día, ese hermoso día en el que la esperanza volvió a mí, habrían pasado unos 20 años y por fin la ciudad volvía a tener vida, pero solo había lugar en ella para el futuro, el pasado tenía que ser borrado y con ello, mi existencia, igualmente, desaparecería. Un grupo de hombres me llevó y amontonó junto con otros objetos casi destruidos y ese fue el fin.

     Aquí estoy, entre ese grupo de almas desechadas que esperan su final, todos viendo hipnotizados la danza de las llamas sobre los demás, acercándose sigilosamente para finalmente consumirnos y convertirnos en lo que alguna vez fuimos, polvo, sin sentimientos, sin experiencias, que el viento arrastrará consigo por todo el mundo.

     Quizás algún día vuelva a ser, al menos, la sombra de lo que fui y solo espero que cuando me convierta en polvo descanse por fin mi triste y abandonada alma.

Cristina Palma, 3º ESO.

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