El primer premio Joven del Concurso de Declaraciones de Amor convocado por el Ayuntaminento de Roquetas de Mar (Área de Cultura) ha sido para Irene Felices Cañabate del IES. "El Argar" de Almería.
Es la primera vez que escribo sobre ti. De hecho, es la primera vez que escribo algo en muchos meses. Viniste y, de pronto, me bloqueaste las palabras, como todo lo demás. Antes escribía sobre historias que no me pertenecían, hablaba de Romeos de plástico y de amores flojos que ni siquiera me coloreaban de rojo el corazón. Y apareciste tú. Recordándome que la esencia del mundo puede caber en una sola persona. Haciéndome entender que las sonrisas son como los viernes de abril; que tarde o temprano, acaban llegando.
Yo lo que quiero, es que tú nunca te vayas. Ya no estoy segura de poder vivir sin ti y sin esa sensación de que alguien ha mareado mi sensatez. No quiero volver a aliarme con excusas idiotas que solo entorpecen los minutos que puedo pasar contigo. Que el tiempo ni espera ni perdona, y no quiero que se nos vaya sin habernos dicho adiós. En realidad, yo no quiero que nunca se despida de nosotros. Esta vez no pienso quedarme sentada a ver como las manecillas del reloj van borrando las oportunidades que puedo tener contigo. Que hay trenes que solo pasan una vez, y eso sólo si tienes suerte. Así que yo quiero subirme a este. A este y contigo. Soy consciente de que el mundo es aquí, el tiempo es esto y la vida es ahora. Y que luego no se sabe, y que luego no existe. Y que esto es lo que tienes y lo que no cojas ya no puedes guardarlo para más tarde. Porque más vale tarde que nunca, sí; pero a veces, tarde es tan tarde, que se convierte en nunca. Lo que no me voy a permitir es que te vayas sin que yo no haya hecho nada para que te quedes. A mí ni el miedo ni la inseguridad pueden comerme el corazón.
Tú llegaste a mi vida como lo hacen las cosas grandes, justo en el momento oportuno. En una tarde marcera de mayo, pintada de lluvia y de martes trece que, justo cuando creía que me iba a romper de frío, apareció tu voz abrigándome la sonrisa. Y pienso que desde entonces hasta las mañanas grises las has coloreado con atardeceres naranjas. Siempre con esperanza en los ojos, arañando cualquier atisbo de tristeza que pudiera rondar el momento. Siempre con las manos llenas de esa adrenalina que se necesita para querer levantarte al día siguiente, y al otro, y al otro...
Ahora me resulta agonizante contemplar un cielo sin ti. Sobre todo porque haces que las estrellas brillen más, o que sean más bonitas, o más especiales, o más azules o qué más sé yo. Tú me contaste que las constelaciones se aliaban para contarle un secreto sobre el destino a la noche que solo los enamorados alcanzaban a llegar a entender. Y yo me reía mientras seguía pensando que aquellos puntos lejanos nunca guardarían mi porvenir. En realidad sonreía al pensar que ¿Existe el futuro? Yo ya no creo que haya un mañana al que agarrarse. Solo creo en lo que fuimos, en lo que hoy somos, y en lo si me descuido, mañana podemos no ser. Yo quiero ser contigo. Porque ya no sé ser sin ti. Nunca pensé que algún día alguien, de repente, me llevara a la más absoluta de las incoherencias, y me moviera el suelo bajo los pies. Nunca imaginé que alguien pudiera llegar a hacerse dueño de una a una de mis sonrisas; así, sin esfuerzo. Tampoco imaginé que me resultaría especial compartir un domingo con frío y manta en un sofá sembrado de palomitas de cine. Ni tampoco que me hicieras cosquillas con palabras, llamándome niña ñoña y cursi mientras en tu voz leía que te encantaba que lo fuera. Y a mí me encantaba serlo.
¿Sabes? Tal vez no seamos perfectos, pero juntos somos unos imperfectos perfectos. Que siempre soñé con historias de película, de amor fácil o puntiagudo pero desgarrador. De amor que quema y cura. O que pica y duele. O que fuese como fuese, a todos les resultara deslumbrante y magnífico. Y ahora me da igual. Porque esta es nuestra propia historia, sólo nuestra y es estupenda. Y no importa que tú ni siquiera seas un Romeo de los de verdad; total... Yo ni siquiera soy una Julieta de las de mentira. Me aburren las historias de hadas y castillos que nunca son reales, o que si lo son, ya ni siquiera tienen gracia. Es más divertido pensar en si te acordarás de mí alguna vez, aunque sea de rebote. Pensar en si mañana tropezaré contigo por casualidad, o a propósito y en si nos pondremos a hablar y a comernos con palabras, o si esta vez me pondré nerviosa y se me volcará el corazón en la garganta callando cualquier tipo de genialidad que pudiera salir de mí. Quizá me sienta tonta, o tal vez me sienta tontamente lista. No sé. Sea como sea, cuelgo mi tiempo en inventar historias, en imaginar que me echarás de menos, o en pensar que te estás dando cuenta de que te estás enamorando de verdad de mí. Y me paso así la vida. Pensando en si llamarás o en si hoy el teléfono tampoco sonará. Pensando en si te veré mañana, o tendré que esperar tres días más. Pensando en que me pesan los bolsillos de guardar tantos “te quieros”. Hoy quiero vaciarlos y regalártelos todos, porque son todo tuyos. Uno a uno. Y todo el amor que tengo en el estómago también es todo tuyo. Litro a litro. Ojalá tú también tengas empapado el corazón, y sientas la inmensa necesidad de que una tarde llueva para mojarnos juntos. Como los protagonistas de las pelis tontas, que pensándolo bien, tampoco somos tan diferentes a ellos. Que yo soy una auténtica durmiente, aunque no sea una auténtica bella. Y tú, aunque no seas príncipe, sí que eres azul. Qué importa si no tienes palacio. Si el mejor lugar del mundo, para mí se encuentra entre tus brazos. Donde el resto se queda fuera, donde el miedo está extinguido, donde la felicidad hace buenas migas con mi tiempo.
Te quiero con ese tipo de amor que no se convierte en calabaza. Ese tipo de amor que no se echa a perder, que ni que se transforma, ni se desvanece a media noche. Y lo sé, porque me despierto de madrugada mientras pesa en mi almohada otro sueño tuyo más que añadir a mi colección.
Me he vuelto adicta a tus carcajadas y a tus ironías. Me he enganchado a tu presencia, y ya ni puedo ni quiero vivir en un mundo donde sea normal no encontrarte en cada esquina. He venido hoy aquí porque quiero abrirte la puerta. Y aquí dentro estamos yo y mi vida. Me gustaría que te quedaras, porque yo siempre estaré para salvarte. Para seguir siendo la niña ñoña y cursi de palabras tontas en el corazón. Para seguir reconvirtiendo días agrios en dulces, o al menos, en comestibles. Para continuar construyendo tiempo de tu mano. Para guiarte, para no perderme, para encontrarnos juntos. Para ser tus ojos en lo que te deje ciego. Para ser la música en medio del ruido. Para ser la que viva mientras vivas; la que deje de vivir por ti, para vivir contigo.
Vaya...qué bonito :)
ResponderEliminarDicen que hay cosas que no se pueden expresar con palabras, pero al leer esto, creo que se equivocan...y si no fuese por eso, no podría haber leído algo tan...PRECIOSO.
Un saludo y gracias
guau!! me quede mudo, con un nudo en la garganta y los ojos anegados. Nunca me imaginé que alguien escribiera tan bonito, tanto amor dentro de una persona es difícil de encontrar.
ResponderEliminarQue envidia que a alguien lo amen así, con el alma.
Te felicito y mi admiración para ti.
Edgar.
WOW! Y pensar que yo amo a una chica llamada Irene Takizawa me recordo mucho a ella...
ResponderEliminarQuizá no amaba así, y sólo fingía que sabía hacerlo. O quizá sólo pueda querer así una cría de 14 años. Y luego el querer se llene de cosas inservibles que sólo sirvan para emborronarlo.
ResponderEliminarHabría que, después de 4 años, preguntarle a ella.